IMMANUEL KANT

SEMANA: DEL 12 AL 15 DE MAYO DE 2020.

DOCENTE: SARA INES SARMIENTO AVILA.

GRADO: ONCE

BIOGRAFÍA

Immanuel Kant nació el 22 de abril de 1724 en Königsberg, en Prusia, ciudad que contaba en la época con unos 50.000 habitantes y un floreciente comercio e industria, siendo la capital del ducado prusiano. Su padre, Johann-Georg, que era sillero de profesión, se había casado en 1715 con Anna Regina Reuter con la que tuvo nueve hijos, siendo el cuarto Immanuel. A pesar de la afirmación de Kant de que su familia era de origen escocés ha podido comprobarse la inexactitud de esa creencia; su bisabuelo, por parte paterna, era originario de Prölkus, perteneciente actualmente a Lituania, y la familia de su madre era originaria de Nüremberg, aunque es cierto que dos de sus tías abuelas se casaron con escoceses, lo que puede estar en el origen de esa creencia.

A finales del siglo XVII y principios del XVIII, como protesta contra la ortodoxia religiosa, en la que predominaban las formas dogmáticas frente a la vivencia de la fe, se extendió por Alemania el pietismo, tendencia religiosa que fue seguida por los padres de Kant, y que sin duda ejerció una honda influencia en Kant, quien se refiere a sus padres siempre con veneración, recordando a su madre como una persona bondadosa, austera y profundamente religiosa.

A los ocho años de edad, en 1732, ingresa en el Collegium Fridericianum, considerada entonces la mejor escuela de Königsberg, que sería dirigida desde 1733 por F. A. Schultz, quien había estudiado Teología en Halle con los pietistas y filosofía con C. Wolff, y que era amigo y consejero de la familia de Kant. El pietismo dominaba también toda la organización del colegio, lo que suponía una profunda religiosidad y un tipo de vida dominado por la austeridad. Allí adquirió Kant sólidos conocimientos de las lenguas clásicas, así como de matemáticas y lógica.

En 1740 ingresó en la Universidad de Königsberg, que contaba entonces con tres Facultades «superiores» (Teología, Derecho, Medicina) y una «inferior» (Filosofía). Kant se matriculó en la Facultad de Filosofía, según era costumbre, sin inscribirse en ninguna de las Facultades «superiores». Allí asistió a las lecciones de Teología de Schultz, pero centró su interés en la Filosofía, las Matemáticas y las Ciencias naturales.

La filosofía entonces predominante en Alemania era el racionalismo de Christian Wolff, quién publicó sus obras en alemán, y no en latín, como era todavía la costumbre mayoritaria, penetrando su pensamiento profundamente en todos los círculos culturales de mediados del siglo XVIII. También en la Universidad de Königsberg dominaba la filosofía de Wolff. Allí entabló Kant amistad con uno de sus profesores, M. Knutzen, wolfiano, quien le inició en el estudio de las obras de Newton y Wolff, y puso a su disposición su biblioteca personal. Pero también se puso al corriente de las tendencias empiristas que procedían de Inglaterra y de los ideales de la Ilustración, de Francia.

En 1747 termina sus estudios en la Universidad y ejercerá, hasta 1754, como profesor privado en Judschen, Osteroden y Königsberg, siendo muy apreciado por los familiares de sus discípulos. En 1755 obtendrá en la Universidad de Königsberg el título de Doctor en Filosofía, con una disertación «Sobre el fuego». Posteriormente defendió una tesis en latín sobre los primeros principios de la Filosofía, con la que obtuvo la habilitación para ejercer como profesor auxiliar (Privatdozent) en la Universidad de Königsberg, en la que permanecería ya a lo largo de toda su carrera docente.

Como Privatdozent, puesto que ocupó durante 15 años, le correspondía enseñar las más variadas disciplinas, como matemáticas, física, lógica, metafísica, antropología y geografía, etc., contándose estas dos últimas entre sus lecturas preferidas, y alcanzando sus conferencias sobre estos temas gran difusión entre sus discípulos y el público en general. En 1769 las Universidades de Erlangen y Jena le ofrecieron sendas cátedras que Kant rechazó, siendo propuesto al año siguiente para la de Lógica y Metafísica de la Universidad de Königsberg, tomando posesión de ella el año 1770 con la famosa Disertación «Sobre la forma y principios del mundo sensible e inteligible», que se considera como el punto de partida del llamado «período crítico», a lo largo del cual Kant desarrollará su propia filosofía.

Con su nombramiento como Catedrático su labor docente le ocupa menos tiempo, pudiendo dedicarse más intensamente a ordenar sus pensamientos y a desarrollar su filosofía. Pero el tiempo que creía suficiente para ello se fue alargando considerablemente y, pese a haber anunciado repetidamente la aparición de su obra, ésta no será publicada hasta 11 años después, en 1781, con el título de «Kritik der reinen Vernunft» (Crítica de la razón pura). A ella le siguieron, con relativa continuidad, los «Prolegómenos para toda metafísica futura», en 1783, en la que pretendía exponer con mayor claridad que en la anterior los principios de su filosofía, la «Fundamentación de la metafísica de las costumbres», en 1785, y, entre otras, sus dos restante obras «Críticas».

En 1783 compró una casa en Königsberg en la que viviría hasta su muerte. Kant gustaba de las relaciones sociales, (aunque no contrajo matrimonio), y matuvo una tertulia con un grupo de amistades a lo largo de toda su vida. Excepto en sus años de profesor particular, Kant no salió de Königsberg, donde llevó una vida que se caracterizó por su sencillez, regularidad, y ausencia de perturbaciones, a no ser el conflicto que mantuvo con la censura bajo el reinado de Federico Guillermo II, a raíz de la publicación de su obra «La religión dentro de los límites de la mera razón». Probablemente el emperador se sintiera amenazado por la difusión de los ideales de la Ilustración en Alemania y el triunfo de la Revolución francesa, de los que Kant era ferviente admirador. Kant se vio obligado a firmar un escrito comprometiéndose a no volver a hablar ni a escribir públicamente de religión, promesa de la que se sintió desvinculado a la muerte del emperador, ocurrida en 1797.

El 12 de febrero de 1804 moría en su ciudad natal, siéndole rendidos los últimos honores en un gran funeral. Para entonces la filosofía de Kant había alcanzado ya gran difusión y aceptación en los principales círculos culturales de Alemania y un considerable eco en el resto de Europa.

FILOSOFIA.

1. El problema crítico

1. El problema general de la metafísica.

En el prólogo a la primera edición de la «Crítica de la razón pura», luego de explicar brevemente los avatares sufridos a lo largo de la historia por la metafísica, que la llevaron de ser considerada la reina de las ciencias a ser objeto de desprecio, nos expone Kant el objetivo fundamental de sus investigaciones: «Se trata, pues, de decidir la posibilidad o imposibilidad de una metafísica en general y de señalar tanto las fuentes como la extensión y límites de la misma, todo ello partir de principios».

Es el llamado «problema crítico», que vuelve a ser planteado en el prólogo de la segunda edición: mientras la lógica, las matemáticas, la física, y las ciencias naturales han ido encontrando el camino seguro de la ciencia, la metafísica, la más antigua de todas ellas, no lo ha conseguido: «No hay, pues, duda de que su modo de proceder ha consistido, hasta la fecha, en un mero andar a tientas y, lo que es peor, a base de simples conceptos. ¿A qué se debe entonces que la metafísica no haya encontrado todavía el camino seguro de la ciencia?».

La metafísica, sin embargo, parece inevitable como disposición natural, en la medida en que el hombre se siente inclinado a buscar las primeras causas y principios de la realidad; a pesar de ello, dado que después de siglos de investigaciones en ese terreno, la metafísica no ha conseguido entrar en el camino seguro de la ciencia, quizá sus esfuerzos hayan sido vanos porque pretenda lo imposible, por lo que es necesario preguntarse acerca de su posibilidad, pregunta en la que se resume el «problema crítico»: ¿Es posible la metafísica como ciencia?

A diferencia de las otras ciencias, la metafísica ha pretendido trascender la experiencia y ofrecernos un conocimiento de entidades como Dios, el alma y el mundo como totalidad, a partir de conceptos «a priori» es decir, independientes de la experiencia. Se tratará, por lo tanto, de averiguar «qué y cuánto pueden conocer el entendimiento y la razón aparte de toda experiencia», por lo que será necesaria, en consecuencia, una investigación crítica de la facultad de razonar (no un estudio psicológico que remita a las condiciones concretas, empíricas, de dicha facultad, sino un estudio de las condiciones a priori, es decir, trascendentales). Una vez determinadas cuáles son esas condiciones trascendentales estaremos en situación de decidir si permiten o no las pretensiones cognoscitivas de la metafísica.

2. El problema del conocimiento a priori.

Dado que la metafísica pretende obtener un conocimiento a priori, independiente de la experiencia, la respuesta a la pregunta por su posibilidad exige responder previamente a la pregunta de si es posible el conocimiento a priori. Pero ¿Cuantas formas hay de conocimiento? ¿Es el conocimiento a priori una de ellas, o no pasa de ser una ilusión?.

No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, nos dice Kant en el primer párrafo de la introducción de la «Crítica de la razón pura», y añade inmediatamente a continuación, en el segundo párrafo: pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia. A diferencia de lo que habían afirmado los racionalistas y los empiristas, para quienes había sólo una fuente del conocimiento, la razón para unos, y la experiencia para los otros, para Kant habrá dos fuentes del conocimiento: una, la sensibilidad, que suministrará la materia del conocimiento procedente de la experiencia, y otra, el entendimiento, que suministrará la forma del conocimiento, y que será independiente de la experiencia. Podremos hablar, por lo tanto, de un conocimiento a priori y de un conocimiento a posteriori:

En lo que sigue entenderemos, pues, por conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia, no el que es independiente de ésta o aquella experiencia. A él se opone el conocimiento empírico, el que sólo es posible a posteriori, es decir, mediante la experiencia.

El conocimiento empírico no encierra ninguna necesidad, ya que lo contrario de un fenómeno es siempre posible. La proposición «el sol saldrá mañana», por ejemplo, no contiene ninguna necesidad, tal como había dicho ya Hume en la «Investigación sobre el entendimiento humano». Tampoco las proposiciones empíricas implican universalidad: al ser el resultado de una generalización inductiva están sometidas a los datos de la observación, es decir, ésta proposición será válida mientras lo que hasta ahora hemos observado se mantenga estable de acuerdo con esta regla. El conocimiento empírico, a posteriori , pues, no encierra necesidad ni universalidad alguna.

Sin embargo, estamos seguros de que ciertos conocimientos implican necesidad y universalidad (las matemáticas, por ejemplo); si esa necesidad y universalidad no puede proceder de la experiencia ha de ser, pues, a priori, independiente de la experiencia. Es fácil demostrar que existen realmente en el conocimiento humano semejantes juicios necesarios y estrictamente universales, es decir, juicios puros a priori. Como ejemplos apela Kant a las ciencias en general; a las matemáticas, a la física, etc; incluso podemos tener un ejemplo de ese conocimiento a priori remitiéndonos «al uso más ordinario del entendimiento», para lo cual Kant elige la siguiente proposición: «todo cambio ha de tener una causa». La elección de esta proposición no es gratuita, ya que le permite a Kant atacar la interpretación que había hecho Hume del principio de causalidad.

A diferencia de Hume, que hacía depender este principio de causalidad de la experiencia, Kant, alegando que es un principio universal y necesario, afirma que no puede proceder de la experiencia y lo propone como un ejemplo de conocimiento a priori. Considerando demostrada así la existencia del conocimiento a priori Kant se preguntará por su fundamento y su legitimidad. Y dado que todos los conocimientos se expresan en juicios, en los que se piensa la relación entre un sujeto y un predicado, se preguntará por los distintos tipos de juicios que es posible formular.

3. El análisis de los juicios. Los juicios sintéticos a priori.

Siguiendo la distinción que habían hecho Leibniz entre verdades de razón y verdades de hecho y Hume entre conocimiento de relaciones de ideas y conocimiento de hechos, Kant distinguirá dos tipos de juicios: los juicios analíticos y los juicios sintéticos.

En los juicios analíticos el predicado está comprendido en la noción del sujeto y son, por lo tanto, juicios explicativos, es decir, juicios que no aumentan mi conocimiento, sino que explican una determinada relación entre sujeto y el predicado. En este sentido, los juicios analíticos son siempre verdaderos y, al no depender de la experiencia, son a priori. Como ejemplo de juicio analítico propone Kant el siguiente: «Todos los cuerpos son extensos»; para hallar el predicado de este juicio dice Kant no necesito sino descomponer el concepto del sujeto, analizarlo, dado que no tengo que ir más allá del concepto de cuerpo para hallar el de extensión.

Los juicios sintéticos, por el contrario, son aquellos en los que el predicado no está comprendido en la noción del sujeto, como cuando digo «todos los cuerpos son pesados». Como la relación entre sujeto y el predicado añade algo al sujeto que no está comprendido en su noción (el concepto de cuerpo no contiene la idea de peso) ese tipo de juicios son extensivos, dado que amplían mi conocimiento del sujeto. Tanto Leibniz como Hume estarían de acuerdo en que este tipo de juicios son todos a posteriori, es decir, que dependen de la experiencia.

Sin embargo Kant distingue entre dos tipos de juicios sintéticos: los juicios sintéticos a priori y los juicios sintéticos a posteriori. Mientras que los segundos serían contingentes y dependerían totalmente de la experiencia, (y coincidirían con las verdades de hecho de Leibniz y el conocimiento de hechos de Hume), los primeros, los juicios sintéticos a priori, contendrían, siendo a priori, un conocimiento universal y necesario, y sin embargo, siendo sintéticos, aumentarían mi conocimiento.

Como ejemplo de juicios sintéticos a priori propone el siguiente: todo lo que ocurre tiene una causa, y se refiere además a la existencia de otros juicios sintéticos a priori en las diversas ciencias, como, por ejemplo, la proposición 7 + 5= 12, en matemáticas, (12 no estaría comprendido en la idea de sumar 7 + 5, por lo que el juicio sería sintético, aumentaría mi conocimiento; y, sin embargo, que «siete y cinco suman 12» no deja de ser una proposición universal y necesaria, a priori, por lo tanto). Kant dedicará el capítulo quinto de la introducción a demostrar que todas las ciencias teóricas de la razón contienen juicios sintéticos a priori como principios. Es decir, que no sólo existen tales juicios sintéticos a priori en las ciencias, sino que son su fundamento mismo.

Hasta entonces se había aceptado que los juicios analíticos, a priori, por lo tanto, eran el fundamento de las matemáticas, y que los juicios sintéticos, a posteriori, lo eran de las ciencias naturales, por lo que la afirmación kantiana de que existía un tercer tipo de juicios, los sintéticos a priori, y que eran el fundamento de la ciencia no dejó de sorprender y dar lugar a no pocas polémicas.

Esta afirmación kantiana de que existen juicios sintéticos a priori constituye, pues, una polémica novedad. ¿Cómo es posible que existan juicios que amplían mi conocimiento y que, sin embargo, no dependan de la experiencia? Es decir, ¿Cómo podemos saber algo a priori acerca de la realidad? Es necesario justificar esta afirmación, por lo que Kant se verá obligado a responder a la pregunta: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?

Esta pregunta, nos dice Kant, debemos dividirla a su vez en estas otras:

1. ¿Cómo es posible la matemática pura?

2. ¿Cómo es posible la ciencia natural pura?

Una vez hayamos explicado cuáles son las condiciones que hacen posibles (no si son posibles, lo cual es evidente) las matemáticas y las ciencias naturales estaremos en condiciones de determinar si la metafísica cumple las mismas condiciones que hacen posible el conocimiento científico. Pero, a diferencia de las matemáticas y las ciencias naturales, que existen cómo ciencias de forma innegable, por lo que respecta a la metafísica hemos de preguntarnos por su posibilidad, dado que, si bien es innegable su existencia como disposición natural, es discutible su existencia como ciencia. La última pregunta que debemos hacernos será, por lo tanto:

3. ¿Es posible la metafísica como ciencia?

A la primera pregunta, por las condiciones que hacen posible las matemáticas, responderá Kant en la Estética Trascendental. A la segunda, por las condiciones que hacen posible las ciencias naturales, en la Analítica Trascendental. A la tercera, sobre la posibilidad de la metafísica como ciencia, en la Dialéctica Trascendental, las tres partes en las que divide la «Crítica de la razón pura».

PREGUNTAS

1. Elabora un resumen de la vida del filósofo.

2. Explica las principales concepciones filosóficas:

a. El problema general de la metafísica.

b. El problema del conocimiento a priori.

c. El análisis de los juicios.

3. Elabora un mapa conceptual con la anterior información.

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